«Sentir lo invisible», exposición de Reunart en el MUVa

Por José María Arévalo

(“Desde otra perspectiva”. Óleo sobre lienzo de Helen Fernández Camazón. 100×100 cm)

La exposición «Sentir lo invisible» elaborada por la Asociación Reunart (Reunión Universitaria Artística) en su vigésimo séptima edición, se aloja, hasta el 19 de enero de 2023, en el Museo de la Universidad de Valladolid – MUVa, frente al palacio de Santa Cruz-, con un conjunto de obras, como en las ediciones anteriores, de un grupo heterogéneo de autores de diversa experiencia y distintos enfoques. El título de la exposición, a partir de una cita de Hans Hoffman que hace la comisaria, busca aportar una unidad en esta heteróclita obra plástica, en la que caben figuración y abstracción.

Efectivamente, explica Maryan Camila Perdomo, comisaria de la exposición, cómo Hans Hoffman (1880-1966) dijo una vez: “Sentir lo invisible y ser capaz de crearlo, eso es arte”. Y añade la comisaria: “No puedo estar más de acuerdo con esta cita a la hora de intentar definir el trabajo del artista, es por esto por lo que quiero felicitar a nuestros artistas, pues solo unos pocos tienen la oportunidad de mostrar al mundo su trabajo de esta forma. La exposición cuenta con 28 obras en las que podremos encontrar desde pinturas a esculturas, pasando por dibujos tanto a boli como a lápiz. Asimismo, hay gran variedad de técnicas y de temáticas, y éstas están tratadas tanto de forma realista como abstracta, sin olvidar también algunos ejemplares ciertamente surrealistas”.

En el catálogo se recogen todas las obras expuestas, con un interesante comentario a cada una. Vamos a hacer un resumen de todo ello, con cuatro de las obras expuestas.

“Desde otra perspectiva”

La obra con la que ilustramos de entrada este artículo, de Helen Fernández Camazón, “Desde otra perspectiva”, está comentada por Lydia González Pantoja, que en un primer párrafo señala: “En esta pieza al óleo observamos cómo una arquitectura se ha mimetizado hasta tal punto de fusionarse con los personajes principales gracias a la perspectiva, tal y como advierte su título. La estética de la obra puede recordarnos a piezas de artistas tales como George Grosz y su “Metrópolis” aunque las formas y la paleta cromática son completamente distintas. La escena está construida con recursos propios del surrealismo y se podría decir que también emplea alguno típico del futurismo, exalta de una manera casi alegórica la importancia de la arquitectura vinculada al progreso de la sociedad (que corresponde a la Academia de Caballería de Valladolid), y matizada por las dos figuras masculinas”.

De Juan Carlos González Muñoz

 

(“Ciudadanos del mundo”. Óleo sobre lienzo de Juan Carlos González Muñoz.  100×100 cm)

Del óleo “Ciudadanos del mundo” de Juan Carlos González Muñoz -compañero de la Asociación de Acuarelistas de Castilla y León y de la Unión Artística Vallisoletana- comenta María Rosa Gómez Chaguaceda que “es una alegoría al desorden mundial que nos ha tocado vivir, en los primeros años de esta década. Antes, todo tenía un cierto orden y el mundo podía funcionar sin miedos o sobresaltos, algo muy difícil de conseguir en la actualidad, ya que éste nuevo desorden mundial nos dirige hacia el caos. Al mismo tiempo, al completar la obra con más tranquilidad, no podemos olvidar el futuro, un futuro que no sabemos cómo será y qué consecuencias tendrá. El autor nos presenta una pared amarilla, que está perforada donde colgaban las diferentes matrículas de automóviles, todas ellas de diferentes países y perfectamente organizadas. Tras estos tres años convulsos a nivel mundial, las matrículas han caído al suelo donde descansan mezcladas, consiguiendo un efecto hiperrealista. La nitidez y gran definición de las formas y colores de las matrículas nos hacen sentir una imagen viva sin huella de las pinceladas como si de una fotografía se tratase. Incluso, se elimina toda emoción o sentimientos generados al espectador”.

 

(“Ángel del museo” Óleo sobre lienzo de Juan Carlos Camarero Casado. 100×100 cm)

Y de “Ángel del museo”, de Juan Carlos Camarero, escribe Javier Baladrón Alonso que es “un claro ejemplo de apropiacionismo, técnica para unos y movimiento artístico para otros, que ha existido desde hace siglos pero que comenzó a popularizarse con el Pop Art y que ha seguido utilizándose por diferentes artistas y movimientos posmodernos. En este caso el pintor ha decidido disponer sobre un fondo neutro e irreal, tan solo interrumpido por dos especies de baquetones curvos rematados en pico, uno de los Ángeles heraldos (Gregorio Fernández, 1622) del Museo Nacional de Escultura –en origen formó parte de un conjunto de cuatro ángeles, dos de ellos Alféreces reales que portaban estandartes, que remataban los cuatro arcos del crucero de la desaparecida iglesia del Carmen Calzado– sujetando una cinta multicolor que aporta dinamismo y colorido a la escena gracias a la atractiva combinación de tonalidades frías y cálidas. El ángel, captado a la inversa con respecto al original, ha sido concebido con minuciosidad, de suerte que el pintor realiza una satisfactoria captación de las calidades de los materiales con que fue esculpido: la madera de la cabeza, brazos y manos, y el papelón con que se confeccionaron los ropajes: coraza, túnica y manto, este último de un rojo intenso que acapara la mirada del espectador. Y es que cuando la sala del museo se vacía de visitantes, el ángel agita los brazos y su estandarte para demostrarse que, aunque de madera policromada, su espíritu es libre.

“La mirada”

(“La mirada”. Grafito sobre papel Fabriano 4L, de Oscar San José San Juan. 23×33 cm (sin marco)

De “La mirada”, impresinante grafito de Oscar San José, dice Jorge Prádanos Fernández: “En la década de 1970 en EE. UU. y, posteriormente, en otros lugares de Europa, se desarrolló una corriente artística heredera del fotorrealismo de principios de siglo en pintura y escultura que buscaba el desarrollo técnico que permitiese que la obra artística se acercara al natural tanto como lo hace una fotografía. Es decir, que la obra pudiera confundirse con aquella. En este sentido, la obra de Óscar San José San Juan (Oskar) se mueve en unas coordenadas parecidas ya que muestra precisamente la minuciosidad de un ojo lacrimoso que busca el preciosismo de las luces y las sombras. De esta forma, el autor demuestra su pericia técnica al ejecutar este dibujo en grafito sobre papel, mostrando el realismo de la imagen y su parecido con una fotografía sin necesidad de recurrir al color. De hecho, precisamente es el juego de reflejos producidos por las lágrimas el centro de la composición, de tal forma que incluso en la pupila de este anónimo ojo también es posible entrever unas formas reflejadas. ¿formas abstractas? ¿el reflejo de algo que no podemos entrever? Quizá solamente sea el efecto provocado por las sombras de las pestañas, pero sin duda el autor introduce de esta forma un cierto misterio que ahonda en la imagen que el ojo tiene en el saber colectivo: la de ser el espejo del alma.

Sánchez Carnicero

(“Bello sueño deseado”. Óleo sobre lienzo de Fernando Sánchez Carnicero. 130×89 cm)

Eduardo Martínez escribe sobre el óleo “Bello sueño deseado” de Fernando Sánchez Carnicero -también compañero en las dos asociaciones-, que “nos muestra dos figuras jóvenes humanas, ambas aparecen con un guiño zoomórfico, debido a las máscaras que visten y que hacen ocultar su verdadero rostro. Estas máscaras nos remiten inmediatamente a la teatralidad clásica griega donde éstas eran utilizadas para ensalzar la voz y ocultar a la verdadera persona, que se ocultaba tras ese personaje, en el escenario. Emplea el óleo para crear extensas superficies de tonos blancos y una variedad cromática que no saldrá de los colores cálidos y ocres, dejando a un lado la frialdad cromática. Esta frialdad se encuentra en su totalidad en la mirada de la niña, que erguida en el centro de la escena lanza una mirada perdida hacia la parte inferior y torna a la escena fría e intranquila. Las vestimentas, acompañan a esta desdicha de su mirada y contrasta con los blancos puros de su alrededor, siendo éste un posible significado del pecado, lo que reforzaría la idea de la mirada melancólica; quizás, por su acompañante la cual está dormida plácidamente. Sin duda, al ser una escena teatral se debía usar ese mismo tipo de luz que tamiza todo el lienzo creando sombras y contrastes en los pliegues de las telas y los cuerpos de las niñas”.

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