Portal de internet para encontrar el patrimonio cultural disperso de CyL 

Por José María Arévalo
(El portal https://nostraetmundi.com/)
Veo en la prensa local que una nueva entidad, Nostra et Mundi, ha reunido en https://nostraetmundi.com/ el patrimonio cultural disperso de Castilla y León . Este portal de internet es una herramienta «viva» y en expansión que aglutina por el momento referencias de 252 obras, repartidas por prestigiosas instituciones y museos de catorce países. He entrado en este portal  y efectivamente he encontrado numerosas entradas, de las que he seleccionado la referente a la reja de la Catedral de Valladolid, que reproduzco al final de este artículo por su enorme interés.
Nuestra prensa informaba de que el presidente de las Cortes y de la Fundación de Castilla y León, Carlos Pollán, y el presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Tomás Marco, presentaron el pasado 8 de febrero en Valladolid «Nostra et Mundi», un proyecto cultural de ámbito internacional que busca difundir el patrimonio cultural de la Comunidad que actualmente se encuentra disperso fuera de España. El portal, una herramienta «viva» y en expansión, que se irá completando con nuevas entradas a lo largo al menos de los próximos tres años, reúne actualmente 252 referencias de obras artísticas de la autonomía que se encuentran en catorce países diferentes.
«Este proyecto pretende localizar, catalogar y difundir el patrimonio histórico artístico de la autonomía disperso por todo el mundo, piezas de enorme valor, que un día salieron de Castilla y León, pero Castilla y León nunca salió de ellas. Nuestro propósito no solo es turístico, que también, sino sobre todo contribuir a la recuperación del amor propio nacional. Nostra et Mundi debe servir para contarle al mundo de qué somos capaces los españoles cuando nos proponemos algo grande», aseguró Pollán, anunciando además la posibilidad de expandir la «pionera» propuesta a «todo el territorio nacional».
Por su parte, Tomás Marco aprovechó su intervención para poner en valor la plataforma multimedia «muy potente e importante» desarrollada por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que ya sustenta proyectos de otras instituciones prestigiosas como Villa Borghese o los Museos Capitolinos en Roma, hasta superar los cuatro millones de visitantes en total.
La comisaria del proyecto, María José Martínez, profesora titular de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, fue la encargada de desgranar una herramienta que ha involucrado a instituciones académicas como las universidades de Valladolid y de Burgos, cuyos investigadores se han ocupado de elaborar cada una de las fichas de los bienes referenciados en el portal.
El catálogo ya está disponible para todo el público, de manera gratuita, en el portal digital nostraetmundi.com, que permite a investigadores y curiosos buscar entre las piezas referenciadas por lugar de procedencia, ubicación actual, autor, materia o incluso por los coleccionistas o marchantes que intervinieron para determinar el futuro de las obras. Además, a través de un mapa interactivo se pueden visualizar y descifrar los ‘viajes’ de cada una de las piezas a lo largo del tiempo.
«Esto es algo que está vivo y que seguirá creciendo en el futuro», apuntó Martínez, que aseguró que la presentación de hoy es «un pequeño hito, una estación de partida, para un proyecto que permitirá a otros investigadores seguir tirando de los hilos propuestos en una unión virtual que alienta la memoria y la sensibilidad». Nostra et Mundi permitirá, a su juicio, «satisfacer la curiosidad y el deseo de conocimiento de los ciudadanos, y acercar al gran público lo que muchas veces se queda en los libros y artículos científicos». «Todas esas piezas tuvieron un lugar de origen en Castilla y León, y aquí sigue permaneciendo su hueco; lo que tenemos que hacer es cuidar su memoria», sentenció.
Según relató, la mayoría de las piezas referenciadas se encuentran actualmente expuestas, aunque también existen algunas que forman parte del almacén o que en estos momentos se encuentran en el depósito de instituciones de tanto prestigio como el Metropolitan de Nueva York, el Louvre de París o el Rijksmuseum de Ámsterdam, por citar solo algunos.
UN RECORRIDO APASIONANTE
El exdirector del Museo Arqueológico Nacional y del Museo del Prado, José María Luzón, bibliotecario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, aseguró que las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX son conocidas como «el siglo de la depredación», puesto que es en ese momento cuando «todo el patrimonio español se vendió de una manera irresponsable», a través de la intermediación de personajes como el tratante estadounidense Arthur Bain, que junto a su mujer Mildred Stapley eran muy reputados hispanistas que, como relató María José Martínez, pasaron de investigar la riqueza patrimonial de España a hacer negocio con ella, siempre en la clandestinidad.
«El término expolio era algo que queríamos trascender con este proyecto», relató la comisaria, que apuntó la intención del proyecto de, en la medida de lo posible, «poner los puntos sobre las íes» con el periplo de cada obra. «no todas fueron víctimas de las mismas penurias», afirmó antes de aclarar que en los años de transición intersecular, debido a procesos como la desamortización, los bienes atesorados durante siglos en monasterios de toda España quedaron en una situación muy delicada ante la carencia de protección patrimonial existente.
«Es entonces cuando se estaban gestando las grandes colecciones y museos norteamericanos. Como contó en su día Gaya Nuño, se estaban construyendo grandes museos allí y había que llenarlos con algo, y ese algo mayoritariamente procedía de Europa, y en gran medida de España; y dentro de España, Castilla y León fue uno de los territorios más expoliados, de los que sufrieron más vivamente aquello por diferentes motivos, entre otros la precaria protección y la riqueza y diversidad de su patrimonio. En numerosas localidades, algunas de ellas muy pequeñas y apenas pobladas, había tesoros extraordinarios que se fueron perdiendo. Muchas veces se vendían por necesidad, para reparar la iglesia por ejemplo, o se intercambiaban por otras 2obras, porque ya estaban deterioradas para el culto y eran ‘inservibles’ para esa función», apuntó.
REJA DE LA CATEDRAL DE VALLADOLID
(Reja de coro de la catedral de Valladolid)
Como les decía, he seleccionado en este portal lo referente a la reja de la Catedral de Valladolid que a continuación reproduzco: al final de este artículo por su enorme interés. Dice la web:
“Título: Reja de coro de la catedral de Valladolid
Amezúa, Rafael [atribuido a] (Elorrio, ? – ?, ?)
Clasificación genérica: Metalistería
Objeto: Reja
Datación: completada ca. 1763,  Siglo XVIII
Dimensiones: 15,85 x 12,8 m.
Materia: Hierro
Técnica: Dorado, Forjado, Policromado
Iconografía / Tema: Motivos geométricos, Motivos vegetales
Procedencia: Catedral de Valladolid (Valladolid, España)
Emplazamiento actual: The Metropolitan Museum of Art (Nueva York, Estados Unidos)
Número de inventario en colección actual: 56.234.1
Historia del objeto:
Esta monumental reja cerraba el coro en la nave central de la catedral de Valladolid. Allí fue instalada en 1763, durante el obispado de Isidro Cosío y Bustamente. Ha sido atribuida a Rafael Amezúa, quien tenía su taller de forja en Elorrio (Urrea, 1979). Ahora bien, en 1923 el entonces obispo de la diócesis, Remigio Gandásegui y Gorrochátegui (1871-1937) propuso al cabildo una renovación de la catedral que implicaba, entre otras acciones, la supresión del coro bajo que se encontraba en el segundo tramo de la nave central. El objetivo era conseguir una mayor diafanidad en el templo. Fue así como tras una serie de ventas de obras de arte, con el objeto de recabar fondos con los que acometer la reforma, finalmente le llegó el turno a la reja. En junio de 1928 el cabildo de Valladolid planteó «la supresión de la reja del Coro, por no haber lugar a nuevo cerramiento del mismo sin padecer por ello la perspectiva del Presbiterio y la amplitud de la nave central» (Martínez Ruiz, 2008, p. 313). Una vez perdida la función original, en abril de 1929 se inició el proceso que llevó a su rápida venta: «El Excmo. Cabildo aprobó la gestión de la Comisión y acordó enajenar la expresada verja a una peseta quince céntimos kilogramo, previa tasación pericial y demás formalidades canónicas» (Martínez Ruiz, 2008, p. 314.). El precio fue estimado conveniente, teniendo en cuenta que la tasación fue encargada al rejero de la ciudad quien valoró la obra en ochenta o noventa céntimos el kilogramo, es decir una tasación al peso. La venta fue aprobada en abril de 1929: «Oídas las manifestaciones del Sr. Tesorero y no habiéndose recibido mejor oferta, el Excmo. Cabildo procedió con la autorización del Excmo. Prelado a la enajenación de la verja en las condiciones expresadas consintiendo además con la venta por el mismo precio de una peseta quince céntimos el kg. y cumplidas todas las formalidades canónicas….» (Martínez Ruiz, 2008, p. 315).
El agente de antigüedades que se hizo con la obra fue Arthur Byne, quien venía tiempo buscando una reja monumental para ofrecer a su cliente W. R. Hearst (1863-1951). El 25 de abril de 1929 Julia Morgan, la arquitecta del magnate, recibió un telegrama de los agentes de Hearst en España, Arthur Byne y su esposa Mildred Stapley: «Acabo de encontrar reja cincuenta pies ancho cuarenta alto = diecisiete mil dólares = urge venta = puedo embarcar inmediatamente= Stapley» (Merino de Cáceres y Martínez Ruiz, 2012, pp. 506-507). Por carta, ese mismo mes, Byne informó a Julia Morgan de que la transacción estaba zanjada, le envió una fotografía de la reja, en su emplazamiento original, y afirmaba haberla comprado y trasladado a Madrid -imaginamos que para presionar a su cliente a fin de que aceptara su oferta-. La verdad es que la severidad de la pieza no hubo de causar gran impresión al magnate, quien pese a las dudas sobre esta obra, acabó comprándola. Ello ocasionó no pocos quebraderos de cabeza a Julia Morgan, quien el 29 de abril de ese año afirmaba no poder dormir por las noches, «imaginando qué diablos hacer en una casa con una reja de 40 x 50! -¡particularmente sin la mínima idea de este tipo!- Por primera vez ha superado en escala al señor Hearst»(traducido, Merino de Cáceres, 1987, p. 451). Lo cierto es que el coleccionista no llegó a ver la obra, pues tras su llegada a Nueva York fue destinada a uno de sus almacenes, en el Southern Boulevard del Bronx neoyorquino, y allí permanecería largo tiempo. No fue hasta 1956, ya fallecido el magnate, cuando la Fundación Hearst legó la obra a The Metropolitan Museum of Art. Fue instalada en una amplia sala de la sede principal de la institución en la Quinta Avenida de Nueva York en 1957. En su presentación se destacó lo excepcional que resultaba que una obra de estas características, única en su género fuera de España, pudiera formar parte del catálogo de la institución neoyorquina (Martínez Ruiz, 2018, p. 255).
UBICACIONES
1929 : Catedral de Valladolid, Valladolid (España)
1929: marchante/anticuario Arthur Byne y Mildred Stapley Byne, Madrid (España) *
1929 – 1956: colección privada Colección de William R. Hearst, Nueva York (Estados Unidos) *
1956 – actualidad: The Metropolitan Museum of Art, Nueva York (Estados Unidos)
* La localización relativa a marchantes, anticuarios, galerías de arte y coleccionistas, nos lleva al emplazamiento donde se hallaban radicados, o bien donde tuvieron una de sus principales sedes, esto no siempre indica que cada una de las obras que pasaron por sus manos estuviera concretamente en tal lugar, pues en el caso de anticuarios y marchantes su negocio extendía sus redes en diversos territorios; en ocasiones tan solo compraban en origen y remitían directamente la pieza a sus clientes. Por otro lado, algunos coleccionistas contaron con distintas residencias en las que albergaron su colección, a veces en distintos países; es difícil, en muchos casos, precisar dónde preservaron la obra mientras estuvo en sus manos, de ahí que se señale el emplazamiento principal del anticuario o del coleccionista. Circunstancias que han de ser tenidas en cuenta al interpretar el mapa. Véase en cada caso la historia del objeto.
Bibliografía:
MARTÍNEZ RUIZ, María José (2008): La enajenación del patrimonio en Castilla y León (1900-1936), tomo I, Junta de Castilla y León, Salamanca.
MARTÍNEZ RUIZ, María José (2018): «Patrimonio de Valladolid emigrado», Conocer Valladolid, Real Academia de Bellas Artes de la Purísima, Valladolid.
MERINO DE CÁCERES, José Miguel (1987): «La reja de la catedral de Valladolid en Norteamérica», nº 53, en BSAA, pp. 446-453.
MERINO DE CÁCERES, José Miguel y MARTÍNEZ RUIZ, María José (2012): La destrucción del patrimonio artístico español. W. R. Hearst “el gran acaparador», Cátedra, Madrid.
SANTONJA, Gonzalo (2004): Museo de niebla: el patrimonio perdido de Castilla y León, Ámbito, Valladolid.
SANTONJA, Gonzalo (1994): «Lo que se llevaron de esta tierra», El Norte de Castilla.
URREA, Jesús (1978): «A new date for the choir screen from Valladolid», nº 13, Metropolitan Museum Journal.
Responsable de la ficha
María José Martínez Ruiz
Cómo citar
María José Martínez Ruiz, «Reja de coro de la catedral de Valladolid» en Nostra et Mundi. Patrimonio Cultural de Castilla y León en el mundo, Fundación Castilla y León, 2025. https://inventario.nostraetmundi.com/es/obra/5”

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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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